lunes, 2 de julio de 2012

Give me a sign!


Pensó que debía salir por un rato de esos escritos que empezaban con Samad... y terminaban con la palabra Shanti y con la palabra Nirvana y con las palabras que quería respirar, que creía posi.................... Se durmió.
Esa vida monótona, del abrir los ojos al despertar y de cerrarlos para volver a empezar(la). Paz relativa en esas cuatro paredes que había encontrado a partir de tantas caras borradas, tanto rasguño y barro y barro y barro que no la dejaba avanzar y las manchas de petróleo que desteñían la pared, los amigos, y hasta un tecito que era para disfrutar se volvía marrón y después negro y entonces dejaba de pensar por dos segundos para pensar que quería soñar (que tal vez la realidad no existía, pero que si existía podía estar en una taza de te, o en un sueño... o en la esencia de un árbol de un sueño y de un hombre con rasgos profundos muy profundos, con rasgos interesantes de verdad y no de esos rasgos rabiosos y llenos de nada que veía siempre): si es que el tiempo y la costumbre existen, si es que no es magia inevitable del destino. Se levantó. Miro las hojas de un árbol. Parecía que ansiaban en volar pero no iban a dejar de formar parte del árbol hasta que llegue el otoño. Sintió pena----(entonces por ella misma también). Y caminó hasta que vio una fuente tan hermosa que tuvo que detenerse a mirar por una hora y el agua hacía un sonido particular, y opacaba tanto al ruido de los autos; a los murmullos del lugar- la armonía que tenía al caer, el agua, era única y no supo comprender cómo tanta belleza podía estar en el mismo lugar que todo eso ( tan corrumpido y que podría haber sido bonito, si no fuese por tanta basura). Los transeúntes pasaban y ella como hipnotizada, y las caras borrosas, y el cielo gris; y el viento con el agua y los pájaros y el sol que no quiso salir y la belleza intacta sin embargo; la belleza. Pasó un señor con barba y tenía unos auriculares y se distrajo porque empezó a cantar esa melodía que escuchó una vez en la radio. Se desconcertó pero entendió. Pasó por un negocio en el que vendían televisores. Vio cómo se llenaba de gente, de esa masa que no sabe interpretar, de masas que festejaban mientras que salía un hombre en traje y decía que hoy iba a haber un invitado especial. Recordó que era uno que una vez se peleó con otro por una mujer, de esas que mostraban todo menos su cerebro porque daba pena, era de esas que apenas sabían hablar- y que si no sabían hablar de todos modos, era una bendición. Siguió caminando intentando recordar nombres. Era obvio (y por suerte) que no iba a acordarse de ellos. Regresando a su casa una muchacha que tenía unas zapatillas rojas la saludó; le dijo a ella que estaban de moda. Devolvió el saludo de manera arisca y pensando que esas zapatillas las tenía hace dos años, y que el comentario había sido bastante estúpido pero que sin embargo lo suficientemente estúpido como para quedarse pensando en él. Llegó a su casa y recordó antes de prender unas velas, los nombres de los monigotes que se habían peleado por televisión. Después pensó en tirar las zapatillas. De todos modos estaban viejas, y ya no le parecían lindas, le habían cansado la vista y ya le hacían perder la visión de las cosas... Y unas tontas zapatillas!. Tomó su mochila. La cargó con más escritos que empezaban con Samad... y terminaban con Shanti y Nirvana, con hojas de lechuga y una manta. Y corrió lejos, lejos, muy lejos, muy lejos, muy lejos, muy lejos. -Se despertó. Había vuelto a soñar con lo mismo de todas las noches desde los 15 años. Ay, el alma y cómo pesa el entorno. Y la fuente estaba bien pero ay! lo demás. Cómo pesaba. Pero ahora sí. Tomó su mochila. La cargó con más escritos que empezaban con Samad... y terminaban con Shanti y Nirvana, con hojas de lechuga y una manta. La cargó con eso, pero sobretodo, con fe.


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